SOLO PUEDO OBERVAR, LO DE MAS, VIENE POR EL CREADOR.

El hoy, lo sabemos, existe aquí. Se siente como esta habitación donde resuena el eco de lo que fuimos y lo que perdimos. Es tan frágil que apenas se sostiene entre un suspiro y el siguiente. Pero ese suspiro queda suspendido en un instante donde el tiempo parece detenerse, y aunque el pasado ya se cerró detrás de nosotros, sigue asomándose sin pedir permiso.

En este fragmento de tiempo, la vida puede florecer con un susurro de calma… o desgarrarse con un golpe inesperado. Puede levantarte con luz o derribarte con sombras. A veces despiertas y el corazón se siente liviano; otras veces basta un solo segundo para que todo cambie, para que la alegría se encoja y el dolor reclame su espacio. La sombra cae de repente, pesada, interminable, cubriendo cada pensamiento. Y uno se queda ahí, entre lo vivido y lo que no se puede controlar, sabiendo que no hay más que aceptar lo que llega sin entenderlo del todo, como si el alma caminara por un pasillo oscuro sin saber qué espera al final.

No hay otro lugar donde refugiarse. Solo queda esperar, aunque duela. Esperar incluso cuando el corazón se siente vacío, solo, con miedo y desangrando; cuando la mente busca respuestas que no llegan y el alma está agotada. Esperar se vuelve un acto de fe: en la vida, en el tiempo, en el mañana… o en Dios, que es quien conoce la luz que aún no hemos visto.

Y aun así, en medio de estas sombras que parecen alargarse eternamente, existe un respiro oculto: la promesa, casi olvidada, de que la luz no se extingue para siempre. El sol regresa. Y aunque el hoy sea gris, oscuro, pesado o injusto, también puede ser el preludio de un día distinto, de un respiro nuevo, de un renacer inesperado.

Y así es la esperanza: la certeza callada de que, tarde o temprano, el sol vuelve a salir

SOLO PUEDO OBERVAR, LO DE MAS, VIENE POR EL CREADOR.

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